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Sintiéndose atrapados en una vida de hipocresía, muchos ven la pureza sexual como algo inalcanzable. Otros todavía cautivos por el pecado, andan en busca de libertad, pero no pueden encontrarla aunque lo deseen desesperadamente. Muchos otros tienen la certeza de que la impureza sexual nunca les alcanzará. El rey David pensaba eso también. Él nunca planeó fallar sexualmente.