Esa es la pregunta más importante que un padre o madre que sufre puede hacerse. Y aunque el pequeño sea el hijo de otra persona, la pregunta permanece: ¿Qué les sucede a los niños, a los no nacidos, los mortinatos o los infantes, cuando mueren? ¿Podemos esperar volver a verlos? ¿Podemos soltar el temor y la culpabilidad? ¿Puede el amor de Dios suavizar una herida tan desgarradora?