El apóstol Juan se refiere a sí mismo como “el discípulo a quien Jesús amaba.” Juan era miembro del círculo íntimo de discípulos, junto con Pedro y Santiago. A medida que presenta el ministerio de Jesús, el apóstol añade muchas ideas no registrados por los otros evangelios. Juan es una declaración simple y clara de la gracia de Dios en Cristo, escrito para que los lectores puedan creer y tener vida en Jesús, el Hijo de Dios.
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“La Palabra de Dios, que tiene gran significado y que cumple su voluntad, está personificada en Cristo. Expresado de una manera sencilla: no podemos conocer a Dios sin Cristo, que es el Verbo, o la Palabra. Dicho de una manera positiva: Jesucristo nos revela la verdad de Dios. Si usted quiere ver a Dios, mire a Jesús. Si usted quiere acercarse más a Dios, acérquese a Jesús. Si usted quiere vivir de acuerdo a la voluntad de Dios, viva con Jesús. Jesucristo es el Verbo. ‘El Verbo era Dios’. ‘Cristo es la imagen del Dios invisible’ (Colosenses 1:15; vea Tito 2:13).” (Page 8)
“La luz ahuyenta nuestros temores, revela el amor salvador de Dios y nos guía por el camino que lleva a la vida eterna.” (Page 12)
“Que todos los que dudan de la divinidad de Cristo lean el evangelio de Juan y crean. Juan no deja ningún lugar a duda. Él le respondió al hereje Cerinto de ese tiempo, que enseñaba que Jesús era sólo hombre. Juan tiene la respuesta para Arrio, que es de una época posterior, y que deliberadamente cambió el significado de este texto, en vez de confesar que Jesús era el verdadero Dios. Por eso los testigos de Jehová, los mormones, los unitarios y otros de hoy en día, que ven a Jesús sólo como un ser humano especial o, en el mejor de los casos, como ‘un dios’, encontrarán la verdad en el evangelio de Juan, si lo escuchan por un momento.” (Page 7)
“La fe salva. Pero no precisamente cualquier fe; la fe en el Hijo de Dios que fue dado como un sacrificio por nosotros.” (Page 57)
“Dios amaba al mundo que había creado, aunque la corona de esa creación (el hombre) había obrado mal y lo había arruinado todo. Nuestros pecados no impidieron que Dios nos siguiera amando. Los pecados de Adán, Eva, Caín, Lamec, Sara, David, Judas, Pablo, Lutero y Hitler, que Dios conocía en su totalidad, no hicieron que su amor divino se extinguiera. Él amaba al mundo y no excluyó a nadie.” (Page 57)