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William Wilberforce fue uno de los mayores reformistas filantrópicos en los inicios de la Inglaterra victoriana. Pero el camino para lograr la abolición del tráfico de esclavos y la esclavitud no fue sencillo, sino que supuso muchos momentos de dificultad.
La lucha de Wilberforce parecía en todos los sentidos una causa perdida, pero si algo caracterizó la vida de este político fue su perseverancia frente a tantos intereses que hacían de su lucha un esfuerzo inútil. Su terquedad, nos muestra la necesidad de paciencia para poder lograr algo de justicia en este mundo.
Las propuestas de Wilberforce fueron derrotadas una y otra vez en el Parlamento, hasta que, por un extraño giro de la Providencia, se ganó la votación en 1807, que acabó con el tráfico de personas.
La experiencia de Wilberforce es un poderoso testimonio de que el nuevo nacimiento lleva a amar intensamente a Dios y a los demás. La lucha por la justicia nace de una experiencia de la Gracia de Dios en Jesucristo, porque la justicia en la Biblia va más allá de la corrección de aquello que está mal; incluye la generosidad y la preocupación por el débil, que refleja el carácter de Dios.